Supongamos (sólo supongamos) que llevamos lo que comúnmente se llama un carrito de polos. Un coche que no anda ni para atrás y que parece que al resto de los pilotos menos a uno los convierte en mancos. Pasó en Brasil, donde ahora y a excepción de que se empeña en no dar ni una vuelta a no ser que sea de campana, parece que ha recordado como va el juego de acelerador/embrague; y está pasando en Finlandia, aunque dicen que es porque se está adaptando… todavía. Supongamos que cada fin de semana en carrera tienes que darlo todo para llegar a la Q3, y cuando digo todo es que no puedes contar con el lujo de pasar la Q2 con neumáticos duros porque si no te quedas en el camino. Toca usar uno de los juegos de blandos pero claro, luego puede que te haga falta en carrera… y lo hizo. Último repostaje en la lucha por el supuesto podio pero que al final iba a ser por la cuarta posición. Dos pilotos con estrategias invertidas: un alemán con ruedas duras y un español que tiene que poner ruedas blandas para recuperar posiciones. Si entra muy temprano, para defender posición, las ruedas no llegan al final. Si entra más tarde, pierde tiempo pero asegura al menos poder defenderse en la pista si antes pudo adelantar a alguien. Se opta por la segunda opción, acertada o no en eso no entramos. Pero hay que entrar más tarde porque las ruedas no están a estrenar sino que tienen dos vueltas. Y en esos segundos que se pierden, un australiano y un inglés te sobrepasan. Ahora hay que adelantar a dos para volver a luchar por la cuarta posición. El inglés fue relativamente sencillo pero el australiano tiene la lección
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Únete a Naomi Ellis mientras se adentra en las vidas extraordinarias que dieron forma a la historia. Su calidez y perspicacia convierten biografías complejas en historias identificables que inspiran y educan.
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