Pequeño, grande, potente, limitado, atractivo, sencillo… todos tienen algo. Entre ese amasijo de hierros bien construido para darnos el lujo de poder desplazarnos sin demasiado esfuerzo, hay un alma, todos los coches la tienen. Y conducirlos, es lo que más te acerca a conocerla.
Nuestro invitado, el Ford EcoSport, por supuesto, también la tiene. Hasta ahora, hemos intentado adivinarla analizándolo desde fuera y desde dentro. Tocando, descubriendo. Pero llega la hora de la verdad, pulsar el botón start. Embrague, freno, todo preparado. Sin más, pongamos en funcionamiento el motor de 1,5 litros TDCi y 90 CV y salgamos a dar un paseo. ¿Tendrá un espíritu tan aventurero como asegura tener?
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Un Fiesta inconformista
Por el momento, los cuatro cilindros comienzan a trabajar. Echo mano de la palanca de cambio para engranar la primera velocidad. El recorrido es corto, directo, buen comienzo. Piso el pedal del acelerador mientras mis manos bailan con el volante para salir del aparcamiento donde se encuentra estacionado mi próximo compañero de viaje. La tarea es más sencilla que ver a Pablo Iglesias en televisión gracias a una dirección suave y al sensor de aparcamiento trasero.
Con las ruedas en movimiento la primera misión es cruzar la ciudad Condal, donde me encuentro, no sin antes hacer una parada obligada en Las Ramblas. La esencia de utilitario que recorre las venas del EcoSport empieza a florecer. Su misión, dominar la ciudad y hacértelo pasar bien si quieres escaparte de picnic un fin de semana. Para lo segundo aún no tengo datos contrastados pero para lo primero, por el momento, puedo deciros que misión cumplida.
Las primeras sensaciones envuelto en el caos que puede llegar a provocar una ciudad como Barcelona, son bastante buenas. El Ford EcoSport se comporta como su hermano urbano, ofreciendo además una vista privilegiada con la altura de la que disfruta.