Giramos la llave de contacto y sin ningún tipo de vibración el motor diésel de 1.6 litros se detiene. Termina nuestra prueba del Honda Civic 1.6 i-DTEC de 120CV, la única opción diésel de la gama. Han sido casi 2.000 kilómetros de prueba en los que hemos podido comprobar las virtudes y los defectos de este compacto japonés de fabricación británica. Hay algunos puntos negativos, pero la verdad es que los positivos compensan. Previamente hemos comprobado cómo es su interior y su exterior, además de su comportamiento dinámico.
Claro que el actual Honda Civic será un coche que primero tendrá que entrarnos por la vista, porque su zaga es de esas que tienen personalidad. El Civic Tourer, la carrocería familiar, ofrece más espacio aún y tiene a mi juicio una carrocería más atractiva. Precisamente la zaga, la parte estéticamente más comprometida es la que dota al Civic de una de sus virtudes, su gran maletero, si bien también de uno de sus defectos, la mala visibilidad posterior.
Mecanicamente hablando, el Honda Civic diésel de 120CV es muy equilibrado. Será una potencia suficiente en todo tipo de situaciones, acompañada de la suavidad del motor de cuatro cilindros y 1.6 litros y sobre todo, interesante por sus bajos consumos, pudiendo bajar de los cinco litros en muchas ocasiones sin demasiadas complicaciones.
En el interior es un coche bien rematado, con buenos materiales y una instrumentación distribuida de una forma que, aunque a priori confusa, luego es muy práctica y rápidamente nos acostumbraremos a ella. Las plazas traseras pueden ser un poco justas para personas grandes, pero por lo demás, destaca el enorme maletero de 477 litros de capacidad, con formas aprovechables y asientos abatibles que amplían el volumen de carga. Las banquetas se levantan y sirven también para cargar objetos. La única pega del maletero