Una vez más nos llegan malas noticias de Saab. Aunque fuéramos conscientes que su regreso no nos devolvería a la marca, ni los productos, de que pudimos disfrutar hace tan solo unos años, tampoco podemos ocultar que hubiera cierta ilusión por su regreso. Un regreso que se había planificado con un refrito del Saab 9-3 de segunda generación y, sobre todo, con el objetivo puesto en el proyecto a largo plazo de reconvertirse en un constructor especializado en coches eléctricos. Lo cual parecía tener sentido. La última noticia que nos llega de Saab es que definitivamente habrían solicitado la reorganización de la empresa, entrar en suspensión de pagos, ante las autoridades del distrito de Vänersborg, Suecia. El objetivo, cubrir las deudas con sus acreedores y sobre todo “comprar” el tiempo necesario para cerrar las negociaciones con alguno de los dos grandes fabricantes con los que han mantenido conversaciones durante estos meses.
La irrisoria cantidad de 150.000 coronas suecas, algo más de 16.000 euros, nos alertaba de que Saab estaba nuevo en problemas. Esa era la cantidad adeudada a uno de sus proveedores, que solicitó ante las autoridades de Suecia la declaración de bancarrota de National Electric Vehicle of Sweeden (NEVS), el holding que controla lo que hasta ahora conocíamos como Saab. Pero lo adeudado por NEVS, sin duda alguna, es una cantidad muy superior, lo suficiente para que la empresa se haya visto tan comprometida para saldar las deudas con sus acreedores durante los últimos meses.
Se confirmaba lo que todos nos temíamos, que la situación financiera de Saab pende de un hilo, pero también que podría haber luz al final del túnel.
Saab está a la espera de cerrar un acuerdo con dos fabricantes de automóviles internacionales que deberían aportar liquidez y solidez a su nuevo proyecto.
La decisión de solicitar la reorganización