La semana pasada ya os avanzábamos que los presupuestos para el Plan PIVE 2014 se estaban agotando. El desbloqueo del presupuesto para el próximo año, suficiente para cubrir hasta un máximo de 175.000 operaciones, aportó tranquilidad al sector. Pero el mayor problema ahora pasa por afrontar ese periodo de dos meses sin ayudas hasta la entrada en vigor del nuevo Plan PIVE 2015. Y lo que es aún peor, el desconcierto generado mientras se agotan los últimos remanentes y el no tener muy claro qué sucederá con los precios que, a bombo y platillo, se anuncian en la publicidad. ¿Mantendrán las marcas los descuentos? ¿Aún podré acogerme al Plan PIVE? ¿Qué sucederá si acabo de reservar un coche y estoy pendiente de la ayuda?
No seré yo aquel que defienda a capa y espada la necesidad, y la justicia, de estas ayudas. Evidentemente, el Plan PIVE ha permitido al entramado industrial y comercial del automóvil de nuestro país atenuar las consecuencias de la crisis económica, salvar bastantes puestos de trabajo, y mover la economía, lo cual en un momento tan delicado como este siempre es de recibo. Pero el problema fundamental del sector, la necesaria adaptación de la red de distribución a un mercado empequeñecido, no se soluciona con ayudas temporales, con un parche de pan para hoy y hambre para mañana. Le pese a quien le pese, España ya no es ese mercado en el que se matriculaban más de millón y medio de coches, ni parece que lo vaya a ser a corto o medio plazo. El aumento acumulado de un 17,2% respecto al año anterior y el objetivo de alcanzar las 850.000 matriculaciones en 2014 es visto a día de hoy como una victoria.
El problema, y la misma cantinela de siempre, está en que se agotan los presupuestos