En 18 meses, el equipo de pruebas de durabilidad de General Motors en la planta de Milford son capaces de llevar a un coche a un equivalente de desgaste de una vida entera de servicio. Estos test de resistencia son largos, repetitivos y físicamente muy exigentes con los vehículos. Si hace tan solo unos días se desvelaba el plan estratégico que llevará a cabo en el futuro más cercano, ahora el gigante americano ha querido dar a conocer sin desvelar muchos secretos, esta faceta tan interesante del desarrollo de un automóvil.
Según responsables de la marca, en 90 años de pruebas de resistencia, lo que más ha cambiado son las simulaciones, capaces de calcular el desgaste de una pieza de antemano sin destruir nada, realizando prueba tras prueba mediante cálculos informáticos y pudiendo variar diseño y materiales con costes mucho menores. Por otro lado, los laboratorios y su equipamiento, la diversidad de materiales y su calidad, y los nuevos métodos de ensayo, han ayudado en la carrera por mejorar la calidad general del producto final y su fiabilidad a largo plazo.
Algunos de los hitos que cualquier vehículo debe superar en su fase de pruebas son equivalentes a 100.000 millas (unos 160.000 kilómetros) de uso en manos de un propietario “estándar”. Esto se consigue circulando un total de 25.000 millas (más de 40.000 kilómetros) en un uso ultra intensivo. Test extremos como el “Belgian Block Loop”, carreteras bacheadas, resaltos y badenes, ondulaciones y todo tipo de maltratos que simulen la vida cotidiana de forma acelerada. Se emplean cámaras de humedad para certificar su resistencia a la corrosión y su total estanqueidad, recibiendo también exposición a altas temperaturas con humedad. El objetivo es conseguir que ninguna pieza quede sin recibir el esfuerzo conveniente.
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