Coches ecológicos, sostenibilidad, CO2 neutral, huella de carbono, términos que, de tanto pronunciarse, han dejado de tener sentido, de guardar una mínima relación con su verdadero significado, con la razón por la que fueron acuñados. Me irrita la facilidad con la que la industria del automóvil habla de coches ecológicos, de huella de carbono, hasta el punto en que entiendo que más de uno piense que se trata de una falacia más, de un argumento que solo sirve para lo que a menudo se utiliza, para promocionar coches, para vender más. Y es que lo sostenible, lo ecológico, vende.
¿Qué es la huella de carbono?
La huella de carbono no solo es aplicable a tu coche, también a nuestra propia vida. Un controvertido estudio británico aseguraba que optar por una dieta vegetariana equivalía, en reducción de CO2, a renunciar al coche.
Dicho lo cual habrá que empezar enunciando el significado de la huella de carbono, el impacto ambiental, la huella de CO2, o como prefieras llamarlo, puesto que en el fondo se trata de una traducción literal del inglés carbon footprint. La huella de carbono es en esencia un proceso teórico para hallar la totalidad de gases de efecto invernadero producidos por un individuo, por un producto de consumo, o por una organización o empresa. Digo teórico porque la naturaleza del cálculo es tan extensa y su cálculo tan complejo, que en la práctica solo podríamos lograr una vaga aproximación a la realidad.
Los humanos hemos conseguido convertirnos en los mayores generadores de gases de efecto invernadero, en auténticos devoradores de energía. Cualquier actividad que realizamos conlleva ingentes cantidades de energía, consumida en diferentes procesos, hasta el punto que los avances de que disfrutamos hoy en día en los países desarrollados se sustentan en base a grandes desigualdades con otras poblaciones mayores de humanos.