Corría el año 1956 cuando el bueno de Harley Earl, padre del Chevrolet Corvette, decidía fabricarle a su hijo, que era piloto de carreras y por entonces conducía un Ferrari, un coche de competición basado precisamente en su creación. Con ayuda de General Motors, Earl fabricó el primer Chevrolet Corvette de carreras de la historia, llamado SR-2 y conocido también como el Sebring Racer o Special Racer. Cerca de sesenta años después, la primera unidad de las tres que se fabricaron de aquella bestia de carreras (las otras dos eran para Bill Mitchell, asistente de Earl, y Harlow “Red” Curtice, Presidente de GM), está a la venta en Corvette Mike, California, al desorbitado precio de 6,88 millones de dólares, unos 5,65 millones de euros. Y es que haber competido en la época con Ferrari, Jaguar o Porsche, ahora vale un dinero. Todo empezó con un Corvette de producción de 1956 recién salido de la planta de San Luis, Missouri, que fue llevado directamente al estudio de diseño de General Motors en Warren, Michigan, para ser modificado para las carreras. En Mayo de 1956 se empezó a cambiar la carrocería y se incorporó una nueva suspensión, nuevos frenos, parabrisas individuales de conductor y pasajero, una aleta trasera y se alargó el frontal, entre otras cosas. Más de 17 ingenieros trabajaron a destajo en el proyecto para que en el mes de junio de ese mismo año, el coche estuviera ya listo para competir con el número 144 en su puerta. Disputó su primera carrera los 23 y 24 de junio en los llamados June Sprints, en Road America, Wisconsin. Desafortunadamente, Jerry Earl (hijo de Harley), trompeó con el coche al no estar familiarizado con él, aunque éste no sufrió ningún daño. Dick Thompson, el otro piloto, afirmó que
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Únete a Naomi Ellis mientras se adentra en las vidas extraordinarias que dieron forma a la historia. Su calidez y perspicacia convierten biografías complejas en historias identificables que inspiran y educan.
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