Son las siete de la mañana y mientras detengo la alarma sonora de mi fina pulsera con un gesto inequivocamente tajante, pienso que hoy me toca pasar examen de circulación. Como cada cinco años, que es cuando lo renuevo en alguna de las sedes físicas de Tráfico. Es mi cuarta renovación. Le digo a la calefacción que empiece a caldear el ambiente en el cuarto de baño, y a la ducha que se vaya preparando, que allá voy. Mientras la ducha me ayuda a abrir los ojos, pienso que en realidad no me importa demasiado que me graben en vídeo mientras me examino. Al fin y al cabo, ya hace años que el Gobierno Hoocle tiene mi aprobación para que hagan con toda mi vida lo que les plazca, así que ya no me viene de aquí. Además, desde que en el año 2032 se lió todo aquel follón con las bases de datos de la Dirección de Tráfico Europeo, casi prefiero que me entreguen una copia de la prueba gráfica que demuestra cómo es mi conducción, que si no luego lo mismo me aplican una tarifa más alta de lo que me toca si me pillan cometiendo una infracción. Tampoco es que me parezca muy justo el sistema, porque por un examen físico de 55 minutos y una prueba virtual no se puede deducir cómo va a ser mi conducción durante los próximos cinco años. En ese sentido veo mejor lo de los seguros, que te calculan la póliza en función de lo que les informa el Gran Sensor. Sin duda, para los conductores que saben manejar bien sus coches ese sistema es el más justo. Y los que no, pues… ya verán cómo se lo montan para pagar al Gran Banco. Lo del Gran Sensor
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El podcast
Únete a Naomi Ellis mientras se adentra en las vidas extraordinarias que dieron forma a la historia. Su calidez y perspicacia convierten biografías complejas en historias identificables que inspiran y educan.
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