Si acaso pensabas que había pocos coches en el Salón de Ginebra que pudieran imponer tanto como el Aston Martin Lagonda Taraf que os mostré ayer, te equivocabas. No porque su imagen en un salón internacional ya nos parezca casi tan cotidiana como la de un asiático tomando medidas a los coches con un metro, o las bellisimas azafatas de Lamborghini, iba a ser menos espectacular encontrarte en un mismo stand a dos coches con tanta historia: el primer y el último Bugatti Veyron.
Creedme que en el fondo siento cierta emoción. Emoción por el recuerdo de todos estos años de Bugatti Veyron. También porque en el Salón de Ginebra, si mal no recuerdo, fue el primer sitio en el que vi un Bugatti Veyron en directo. Y en Ginebra, a pocos kilómetros del Salón, en los alrededores de los hoteles más lujosos a la orilla del Lac Léman, también sería el primer sitio en el que por primera vez vería a un Bugatti Veyron en la calle, en su hábitat natural. Es decir, un Veyron rodeado de gente haciéndose selfies, en un tiempo en el que ni siquiera existía la palabra selfie. Vaya. Me pongo nostálgico.
Emoción porque el año que viene no tenemos ni idea de lo que veremos en este mismo stand. ¿Alguna apuesta?
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