Son las otras bellezas del Salón de Ginebra 2015 que no te esperabas. Aquellas capaces de eclipsar al despliegue monumental de deportivos y lanzamientos con que todas las marcas obsequian al visitante. Aquellas capaces de hacerte perder media hora, embelesado, babeando, en un día de trabajo tan intenso para nosotros como es un Salón de Ginebra. Tampoco hablamos de azafatas. Del espectáculo, en ocasiones grotesco, y mojigaterías aparte, al que acudimos en ciertos stands que convierten un salón del automóvil en algo más parecido a un local de striptease. Aunque he de decir que en muchos stands se impuso la cordura, hasta el punto de quedar impresionados por el despliegue de azafatas (y azafatos) que hicieron algunas marcas, tablet en mano, para informar a los periodistas y solucionar dudas acerca de sus productos. Hablamos de clásicos.
El Salón de Ginebra no solo es el escenario perfecto para contemplar el presente y el futuro del automóvil, sino también para revisar los clásicos más bellos de la historia.
Los clásicos también son un buen reclamo para atraer al público a tu stand en el Salón de Ginebra. Aunque en ocasiones, estoy convencido, sean capaces de eclipsar a los nuevos productos que con empeño los fabricantes tratan de presentar en uno de los salones internacionales más importantes de cada año. Los clásicos, sirven en ocasiones para mostrarnos la evolución de una marca; en muchos casos, el nacimiento de emblemas que a día de hoy ya son institución; y en otros, por desgracia, para mostrarnos lo ingrato que ha sido el paso del tiempo sobre muchas marcas.
Dedicar espacio a un clásico, por otro lado, no es nada fácil. Especialmente en un salón internacional en el que el metro cuadrado de stand se cotiza caro, muy caro. Incluso fabricantes importantes tienen sus dudas a la hora de