En el pasado Salón de Ginebra me llamó la atención que la mayoría de las miradas de los visitantes que pasaban por el stand de Porsche se fijaban sobre la agresiva silueta del nuevo Porsche Cayman GT4, relegando a un segundo plano a la versión más radical de la familia 911, representada por el GT3 RS. El hecho de que el hermano pequeño comience a adentrarse en el territorio que siempre había dominado el 911 y a robarle cierto protagonismo, no deja de ser cuanto menos curioso. Por eso hemos querido probar el Porsche Cayman GTS, que si no fuera por la existencia de una versión GTS del 911, dicen los más sabios que no tendría rival dentro de la gama Porsche. Antes de comenzar a hablaros del GTS, conviene recordar la historia del Cayman, el deportivo de motor central de Porsche que desde su nacimiento ha vivido a la sombra de sus hermanos de gama. Si atendemos a las cifras de ventas, siempre muy inferiores a las del los 911 e incluso a las del Boxster, es sencillo entender por qué el Cayman siempre ha sido el incomprendido de la gama Porsche. Perdido en tierra de nadie, el Cayman ocupaba una posición injusta, ya que se trata de un modelo que por planteamiento representa la perfección absoluta. Cuenta con una arquitectura como mandan los cánones de los coches deportivos, con el motor situado en posición central, tracción trasera y sólo dos plazas en el interior. Eso le permite gozar de un reparto de pesos ideal, de un comportamiento neutro y muy equilibrado, pero precisamente esa idealidad en su arquitectura, y el hecho de que Porsche hasta la llegada del Cayman R hace unos años jamás se hubiese atrevido a ponerle un poco de picante al
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Únete a Naomi Ellis mientras se adentra en las vidas extraordinarias que dieron forma a la historia. Su calidez y perspicacia convierten biografías complejas en historias identificables que inspiran y educan.
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