En los últimos años hemos visto como los consumos homologados de los coches han bajado de forma espectacular. Teóricamente, eso supone un menor coste kilométrico para el cliente y una mejor calidad del aire al ser vehículos más eficientes y por tanto, menos contaminantes. Pero en la práctica, las cosas son distintas y nadie puede alardear de que su coche gaste tan poco como decía el catálogo a la hora de la compra.
Los test de homologación se hacen en situaciones controladas de laboratorio y los fabricantes ya saben que hacer para conseguir los mejores consumos. Muchos coches se desarrollan pensando en estas pruebas, porque el consumo es uno de los argumento más potentes. Si luego es mentira, allá cuidados. Ahora se plantea un cambio del ciclo de homologación, llevándolo a cabo en condiciones reales y que no está gustando nada a los fabricantes de automóviles.
Todavía no está todo definido para estos futuros test en conducción real, y eso es lo que más molesta a los fabricantes de automóviles. Está previsto que el nuevo proceso de homologación entre en vigor en septiembre de 2017, pero todavía se conocen pocos datos al respecto. Eso obligará, una vez se conozcan los detalles, a que los fabricantes tengan que hacer muchos cambios (y caros) en los vehículos que ahora están desarrollando con vistas a comercializarse en unos años. Necesitan agarrarse a algo y por otra parte, es lógica su preocupación.
Los fabricantes solicitan toda la información para junio o julio como tarde, de forma que así tengan tiempo suficiente de reacción para adecuarse al nuevo proceso de homologación. Las homologaciones en condiciones reales ofrecerán resultados más próximos a la realidad, pero que no serán tan atractivos a la hora de utilizarlos como argumento de venta. Surge la duda de cómo será el proceso, ya que