¿Qué diría Henry Ford si viera lo que nos ha dejado su “democratización” del automóvil? Cuando vislumbró la posibilidad de que los trabajadores de sus fábricas pudieran permitirse un coche, es probable que no imaginase que esos mismos coches acabarían convirtiéndose en un problema con el desarrollo industrial y la congestión urbana. Es probable que no se imaginase que el resto del mundo viviría su particular “sueño americano”, y que los ciudadanos de tantos países emergentes aspirarían a tener un coche en propiedad. Es probable que no se imaginase que llegaría un punto en que tener un coche en propiedad sería un problema, y la humanidad tendría que hallar soluciones alternativas, como regresar a la bicicleta. Y tal vez sea esa la razón por la que Ford ahora se ha propuesto diseñar bicicletas, o que los conductores londinenses utilicen sus coches, sin gozar realmente de su propiedad.
En Ford son conscientes de que el coche en propiedad perderá peso en los próximos años a favor de alternativas de movilidad como el coche compartido.
Ford imagina ya un futuro en el que seguirá habiendo coches, faltaría más, pero sus conductores no serán necesariamente sus propietarios. Ford ha puesto su objetivo en la Generación Y, los Millenials, los nacidos entre los años 1981 y 1992. Y ha descubierto que el interés de este grupo de población apunta cada vez más hacia posibilidades como alquilar sus pertenencias para obtener una fuente de ingresos adicional, compartir viajes en coche (el formato BlaBlaCar), o incluso abogar por utilizar bienes compartidos para ahorrar a fin de mes.
Y es por eso que ya no solo se plantea el coche como la alternativa de transporte privado más versátil y flexible, sino el transporte intermodal. ¿Y qué significa eso?
Ford está investigando en nuevas soluciones de transporte intermodal, es decir, utilizando diferentes