Las llaman “reinas de garaje“, o “garage queen”, en inglés. Son coches de alto valor que se preservan intactos en garajes climatizados, en ambientes incluso de humedad controlada. La idea es que esos coches apenas se muevan, pero se mantengan en un perfecto estado mecánico y cosmético. Lo puedo entender – sólo en parte – en vehículos centenarios de altísimo valor, pero es un despropósito en este caso. Un Honda NSX con carrocería targa, apenas 12.000 km en el odómetro, que conserva plásticos de fábrica y ni siquiera le ha llovido encima.
Una historia triste de verdad.
Sus alfombrillas originales están almacenadas. El coche aún tiene los plásticos protectores de serie en varios lugares.
Imaginad que tenéis un doberman. Le tenéis enjaulado una cómoda caseta, donde no puede ver la luz del sol o sentir el agua caer sobre él. No puede jugar ni correr libre por el campo. El Honda NSX es una máquina y como tal ni siente ni padece, pero entendéis mi analogía. Un superdeportivo producido hace sólo 13 años – es uno de los NSX fabricados en su primer año de lavado de cara – no merece este trato. Es un coche que ha tenido dos dueños, y parece haber sido el primer dueño el más obsesivo con su cuidado.
El coche siempre estuvo almacenado en garajes climatizados con humedad controlada. El coche nunca ha visto una sola gota de agua. Ha hecho menos de 1.000 kilómetros por año en sus 13 años de existencia. Todo – absolutamente todo – está documentado, hasta la obsesión. Muchos plásticos protectores aún están en su lugar. El primer dueño usaba alfombrillas de aftermarket y almacenó las originales. El labio delantero – la pieza de plástico negro bajo el paragolpes que lo protege de golpes – es la única pieza reemplazada.
El motor de este