Todos sabemos lo que hay que hacer cuando quieres dar una sorpresa a alguien y, por supuesto, no quieres que se entere. Lo primero, es evitar decírselo a aquellos que no saben guardar un secreto. Lo segundo, actuar con sigilo, evitar que la persona a sorprender se entere, y coordinar la logística creando grupos de Facebook y Whatsapp, privados, en los que estén los coordinadores de la sorpresa. El desarrollo de un automóvil es muy parecido a la organización de una fiesta sorpresa. Con la salvedad de que esa sorpresa va dirigida al mundo entero, y que para su puesta a punto es necesario que la sorpresa no solo ruede en circuitos privados, lejos de miradas ajenas, sino también en carreteras públicas. Imagina que para tu fiesta sorpresa has escogido una piñata, un payaso y cincuenta globos con helio, y que tienes que pasearlos durante meses por delante de la persona a la que quieres sorprender. ¿Qué harías? Los fabricantes lo tienen claro, ocultar su sorpresa con un montón de parapetos.
Imagina que estás organizando una fiesta sorpresa, y tienes que pasear la piñata, los globos de helio y un payaso por delante de la persona a la que quieres sorprender. Ese es precisamente el problema al que se enfrentan los fabricantes con su camuflaje.
La idea que persigue ese camuflaje es la de cubrir la carrocería, y el interior, de manera que cualquiera que se cruce con el coche no vea nada que no le queremos mostrar. En ocasiones resulta harto complicado. Si no queremos que la competencia, o la prensa, sepa que estamos desarrollando un deportivo biplaza, difícilmente podremos camuflarlo para que parezca un compacto, o un sedán. A veces, incluso, el propio fabricante juega al despiste. Enseña detalles que quiere que la prensa difunda, a veces incluso publicando oficialmente