De vez en cuando aparece un nuevo prototipo de neumático que pretende revolucionar la industria basándose en dos claves concretas: prescindir de aire y estar 100% libre de pinchazos. Prácticamente todas las grandes ya han abogado por prototipos de este tipo, como Bridgestone, Hankook, Michelin, etcétera. Ideas que generan mucha expectación por una sencilla razón, a nadie le gusta sufrir un pinchazo, tener que bajarse del coche a cambiar la rueda de repuesto – si tiene la suerte de tenerla – y acudir a un taller a reparar el neumático. Por suerte, y apostillo una vez más que por suerte, de momento nuestros neumáticos seguirán pinchándose.
El nacimiento del neumático con cámara de aire surgió por razones de peso, como el confort del vehículo que lo equipase. ¿Por qué íbamos a prescindir de tal avance?
A finales del siglo XIX la tecnología empleada en la construcción de ruedas, empezando por las de las bicicletas, vivió una revolución detrás de otra. Revoluciones como la del primer neumático propiamente dicho, basado en caucho y un relleno de aire, el diseñado por John Boyd Dunlop para el triciclo con el que su hijo iba a la escuela. Más adelante llegarían nuevas soluciones, como el neumático radial de Michelin, neumáticos más sencillos de montar y desmontar y soluciones que poco a poco fueron haciendo que las bicicletas y los primeros coches, que comenzaron a popularizarse en las ciudades europeas, pudieran desplazarse con mayor confort y seguridad.
¿De verdad queremos utilizar neumáticos sin cámara de aire, que no se pinchen?
Incluso los Run Flat, tan populares en los últimos años por su proliferación en los fabricantes premium, han tenido que enfrentarse a los problemas que conlleva garantizar que un neumático mantenga su estructura con baja presión.
Es una pregunta con trampa. A nadie le gusta sufrir un pinchazo, especialmente en