El Volkswagen Passat se encuentra ya en su octava generación, con la que reafirmar su posición de liderazgo en el mercado europeo, donde es uno de los modelos más vendidos. Además, podemos considerar al Volkswagen Passat la referencia del segmento, al igual que el Golf lo es entre los compactos de segmento C. Es el objetivo de todos los fabricantes, un modelo que queda a medio camino entre los generalistas y los premium, que destaca por su buen equilibrio en todas las facetas. Es sin, duda uno de los coches más deseados, siendo para muchos conductores un triunfo automovilístico, un vehículo aspiracional incluso.
Todos esos son motivos suficientes para que en ActualidadMotor hayamos decidido hacer una prueba de la última generación del Volkswagen Passat. Como no podía ser de otra forma, nos hemos decantado por la combinación más exitosa: carrocería sedán de cuatro puertas y motor 2.0 TDI diésel de 150 caballos asociado a cambio manual de seis velocidades. El nivel de acabado es el más alto de la gama, Sport.
Evolución sigilosa
Si miramos al Volkswagen Passat desde un punto de vista amplio, su evolución es brutal, pero si estrechamos el cerco nos encontraremos con que es un modelo continuísta. Exceptuando las generaciones que ciertamente eran restyling profundos, el Passat siempre ha destacado por su constante evolución tecnológica, y este Volkswagen Passat B8 no es una excepción. Ahora bien, ya sabemos que en el apartado estético Volkswagen es conservadora.
Los diseños de los alemanes tienen como objetivo gustar a todos, y realmente lo hacen. A algunos les gusta mucho, a otros les agrada, a otros ni fu ni fa, pero pocos son los que tildan algún Volkswagen de feo. Esa poca valentía hace que el Passat siempre sea un coche continuísta, como lo es esta nueva generación. Su frontal se desmarca algo más,