Si hay un circuito en el que la Fórmula 1 pone en práctica su inseparable atributo de «velocidad», ese es sin lugar a dudas el mítico trazado de Monza, donde este fin de semana se disputa el Gran Premio de Italia. Además de ser la carrera de casa de los tifossi de Ferrari, que llenan el circuito, Monza supone para los equipos el Gran Premio en el que toca eliminar toda la carga aerodinámica posible, y es ya un clásico que los monoplazas se presenten con un paquete especial de baja carga con unos alerones llevados a su mínima expresión. En efecto, la virtud esencial que cualquier piloto desea en Monza es disponer de la máxima velocidad posible en sus largas rectas, y eso se consigue con una mínima resistencia al avance, y sí, no se puede obviar, con un motor que empuje de verdad, algo que vuelve a colocar a los Mercedes como los grandes favoritos del fin de semana. Pilotar en Monza es una sensación única Pero descargar de esa manera los monoplazas tiene sus consecuencias, y ese es el gran reto al que se enfrentan los pilotos en Monza: cuando toca negociar las pocas chicanes y curvas de Monza, hay que tener un especial tacto al volante, pues la estabilidad en frenada y paso por curva con tan poca carga brillan por su ausencia. Y eso se nota en Ascari, las dos Lesmo, la Parabólica… Curvas que forman parte de la historia del trazado italiano. Eso hace que pilotar en Monza, según todos los pilotos, sea algo totalmente diferente a hacerlo en el resto de circuitos. Las sensaciones que los pilotos tienen al volante con esos paquetes de baja carga aerodinámica son únicos, diferentes a cualquier otro trazado del calendario. Cabe

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Únete a Naomi Ellis mientras se adentra en las vidas extraordinarias que dieron forma a la historia. Su calidez y perspicacia convierten biografías complejas en historias identificables que inspiran y educan.

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