La historia del automóvil está llena de anécdotas y de curiosidades. Por ejemplo, os contábamos hace un tiempo la historia de un aventurero francés que convirtió su 2CV siniestrado en una improvisada moto, salvando su vida en mitad del desierto. La historia de hoy también tiene como protagonista a un Citroën 2CV. Nos transportamos al lejano año 1959. Jacques Seguela y J.C. Baudot se encontraban cruzando el desierto de Atacama en Chile, cuando su coche se quedó sin aceite. No tenían repuestos. ¿Qué ocurrió?
¿Plátanos como lubricante? A alguien le pareció que era una buena idea…
La pareja de aventureros estaba a cientos de kilómetros de la civilización, y lo peor de todo es que ya habían agotado todo su suministro de aceite. El traicionero firme del desierto – de 3.000 km de distancia punta a punta – les hizo chocar con una roca, que rompió el cárter sin que se dieran cuenta, hasta que era demasiado tarde. El coche se detuvo con un ruido mecánico. La situación era desesperada. De repente, un indio apareció caminando por la carretera. La pareja de aventureros le transmitió por señas su problema.
Ni corto ni perezoso, el indio peló varias de las bananas que cargaba en su bolsa y las introdujo en el cárter del 2CV. La solución parecía estúpida, pero el coche arrancó y pudo recorrer 300 km con sólamente plátanos como lubricación para su motor bóxer de dos cilindros. Según Baudot y Seguela dicen. La historia pertenece a un catálogo publicado en Holanda en 1967 – cuyo título traducido viene a ser algo parecido a “Historias Destacadas del Citroën 2CV” – que recoje hazañas del pequeño utilitario de origen francés.
¿Realidad o mito?
En Diariomotor dudamos de la efectividad de un plátano. Quizá sea simplemente un “troleo” vintage.
Aunque los plátanos pueden ser aceitosos, dudo que la