Esta semana nos llega interesantes noticias desde la inmensa Federación de Rusia. El Primer Ministro, Dmitry Medvedev, anunció que van a darse diferentes pasos hacia una movilidad más eficiente y hacia un empleo de los recursos más sostenible. De manera que, a golpe de decreto, todas las gasolineras de Rusia tendrán que instalar puntos de recarga para eléctricos antes del 1 de noviembre de 2016. Es decir, tendrán algo más de un año de plazo para llevar a cabo las reformas que sean necesarias. ¿Y por qué estamos ante un eco-engaño?
Según The Moscow Times, la proporción de coches eléctricos en Rusia es tan insignificante, que ni siquiera podría hablarse ciertamente de un mercado del coche eléctrico. Autostat cifra en 500 el número de eléctricos en circulación en Rusia. Una cifra ridícula si tenemos en cuenta que en uno de sus vecinos occidentales, Noruega, ya hay más de 50.000 eléctricos en funcionamiento.
En 2014 solo se vendieron 140 coches eléctricos en Rusia. Y este año las cifras son incluso peores. En la primera mitad de 2015, se han vendido menos de 50. Con estas cifras en la mano parece que Rusia necesitaría algo más que enchufes en sus gasolineras para promover el uso de coches eléctricos. Los problemas que mencionan más habitualmente los compradores a la hora de descartar un eléctrico son su coste, y la necesidad de soportar unas condiciones meteorológicas muy extremas en invierno, algo que en Noruega – cuya climatología invernal también es muy adversa – no ha supuesto mayores problemas.
Sin unos criterios mínimos de potencia, compatibilidad de conectores, etcétera, un punto de recarga que podría requerir horas para recargar la batería de un eléctrico durante decenas de kilómetros, es inútil, ni promueve la adquisición eléctricos, ni será de utilidad para los usuarios de coches eléctricos.
Pero la idea de