Desde la desaparición del Almera, Nissan no ha contado con un compacto en su gama para competir con sus rivales –el Tiida, que fue un experimento fallido, no cuenta-. Con el nuevo Pulsar, la marca japonesa no ha pretendido revolucionar el segmento, ni lanzar al mercado una referencia que logre destacar en algo. Simplemente, encontramos un coche sencillo, correcto y sin grandes aspiraciones.
Por fuera, no es un coche que trate de emocionar. Salvo la parte frontal, que hay que reconocer que tiene su gracia, en general el diseño del Pulsar no es muy estilizado. No obstante, gracias a la generosa distancia entre ejes y a un aspecto que logra asemejarse algo al de un SUV, encontramos un coche muy amplio por dentro. Sobre todo destaca el espacio disponible en las plazas posteriores, que es de lo mejor de su segmento y que ofrece un espacio para las piernas realmente generoso.
Los asientos son otro cantar, y no lo digo porque sean incómodos, sino porque no resultan demasiado ergonómicos y envolventes, sobre todo por banqueta y en las plazas traseras. El guarnecido de los mismos, que es de un tejido sintético, también deja bastante que desear en cuanto a calidad se refiere. No obstante, ya va siendo algo muy extendido en muchos coches del mercado.
La calidad de los materiales del interior tampoco es demasiado buena. En este sentido, encontramos demasiado plástico duro y poco consistente, más propio de lo que podemos encontrar en un modelo urbano, que en un coche perteneciente al segmento C.
El maletero tiene una capacidad normal. Sus 385 litros son suficientes para cubrir cualquier tipo de necesidad, aunque no es uno de los mejores en este apartado. Como suele ser habitual, los respaldos de los asientos posteriores pueden abatirse. En este tipo de condiciones, los asientos no quedan enrasados