Hace unos días decía Martín Winterkorn que en 2020 habrían transformado sus coches en “smartphones sobre ruedas”. Lo decía días antes de que Volkswagen se enfrentase a una de las mayores crisis de su historia. Pero en el fondo reflejaba un concepto muy claro, el de la transformación de un coche – para lo bueno y para lo malo – en un mero gadget tecnológico. En Nissan creen que, mayoritariamente, los jóvenes han perdido el entusiasmo por los coches de antaño (sí, lo dice la marca que para nuestro regocijo aún conserva en los concesionarios un coupé, biplaza, de tracción trasera y motor V6). De manera que para esos jóvenes, para esos chavales de la era de la información que en unos años se sacarán el carné, un coche no es más que ese artilugio en el que mientras conducen “están desconectados de sus amigos”, cito palabras textuales del comunicado de Nissan.
El Nissan Teatro for Dayz es la visión conceptual que materializa el desapego de las nuevas generaciones por la pasión que generan los automóviles, nuevas generaciones que no buscarán coches, sino gadgets de cuatro ruedas.
De manera que Nissan ha llevado al extremo lo que exigiríamos a un iPhone sobre cuatro ruedas, con una propuesta muy radical basada única y exclusivamente en la conectividad y el infoentretenimiento. Y lo han hecho con la base de un kei-car, de los famosos utilitarios urbanos japoneses, que no solo son prácticos y económicos por sus dimensiones y su baja cilindrada, sino también por pingües beneficios fiscales.
Otro de los conceptos que explora Nissan va más allá de la personalización, por la que tanto han abogado en los últimos años con productos como el Nissan Juke. Nissan cree que en un futuro sus clientes no querrán un coche en el que puedan escoger detalles de