Tic, tac, tic, tac… No, no es el eco de Pablo Iglesias, aunque pudiera parecerlo. Es sólo un reloj que avisa del fin de la actual legislatura, mientras vemos que algunas promesas se han quedado por el camino. Ni se sabe ya cuántos retrasos acumula la publicación del prometido y ansiado nuevo Reglamento General de la Circulación (RGC), en un BOE como está mandando. Y, entre los artículos de ese RGC que no ha visto la luz más que a cachos que servir como carnaza al populacho, se encuentra la famosa reforma legal que debería haber normalizado la velocidad de circulación en muchas de nuestras autopistas y autovías: a 130 km/h. No nos fascinemos por el incremento de la velocidad. Ni es real, por lo expuesto ¡hace casi un año!, ni es verdaderamente deseable que vaya más allá hasta que se eduque a la población en términos como disciplina de carril y distancia de seguridad, como mínimo. Si luego ya se consigue que se comprenda cómo se disipa la energía cinética, será un triplete triunfal. No nos fascinemos… pero si algo se promete, hay que cumplir. Aunque sea por regularizar la situación y porque, de hecho, la reforma básica necesaria para este cambio normativo ya hace años que se aprobó. Una reforma legal que se mueve a baja velocidad Cuando se modifica un texto legal relativo a la circulación, hay varios pasos que se deben seguir por parte de los diferentes organismos implicados: desde el Consejo Superior de Tráfico, Seguridad Vial y Movilidad Sostenible, pasando por el ministerio o los ministerios afectados, pasando también por el Congreso de los Diputados… Y no sólo eso, sino que en el ámbito de la ordenación del tráfico primero se promulga una ley marco a partir
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Únete a Naomi Ellis mientras se adentra en las vidas extraordinarias que dieron forma a la historia. Su calidez y perspicacia convierten biografías complejas en historias identificables que inspiran y educan.
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