A mediados de los años 90 Nissan estaba plenamente enfocada a las competiciones de resistencia. Bajo las nuevas normas GT1 de la FIA era posible crear coches de competición homologando una sola unidad de calle, que sólo tenía que pasar una sencilla prueba de choque. Porsche y Mercedes se pusieron las pilas rápidamente con los 911 GT1 y CLK GTR, así que Nissan movió ficha y creó el R390 GT1. Un coche del que se producirían dos unidades de calle. Dos máquinas increíbles de las cuales sólo una sobrevive hoy en día.
El Nissan R390 GT1 de calle tenía un único propósito: permitir la participación en competición de su versión de carreras.
Nissan contactó para la creación del R390 GT1 con TWR – Tom Walkinshaw Racing, una de las más reputadas empresas de fabricación de coches de competición de Reino Unido. El proyecto se desarrolló aprisa y corriendo, en apenas 9 meses. TWR partió de la base del monocasco de fibra de carbono del Jaguar XJR-15 de calle – basado en el XJR-9 de competición con el que vencieron en Le Mans en 1989 – mientras NISMO se centraba en el motor. Las prisas también hicieron mella en los japoneses, que tuvieron que apañarse como pudieron.
Pensaron en usar un motor derivado del Nissan GT-R de calle, pero era demasiado pesado – bloque de hierro – por lo que finalmente optaron por una evolución del motor que equipaba el Nissan R90C (un coche de resistencia creado a principios de los años 90). Se llamaba VRH35L, y era un 3.5 V8 sobrealimentado en paralelo por dos turbocompresores. Un motor que en competición entregaba hasta 650 CV de potencia, que unida al peso de apenas una tonelada del coche de carreras, permitía unas prestaciones de infarto.
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