Es jueves y no hay un alma en la zona. La gente debe estar en su trabajo, peleándose con sus ordenadores o asistiendo a la enésima reunión de la semana. Pero yo, para justificar mi sueldo, me he tenido que venir a dar una vuelta a la Sierra de Guadarrama en un Porsche Cayman GT4. Es atmosférico, manual y está en peligro de extinción. La vida te ofrece oportunidades estupendas.
Cruzar Madrid de norte a sur con la alerta anticontaminación ha resultado frustrante. Pelear por no superar los setenta kilómetros por hora en la M30 madrileña a bordo de todo un Cayman GT4 es un “marrón” en toda regla. Ha costado tanto ir a punta de gas, que ahora lucho por asimilar lo rápido que avanza el paisaje a mi alrededor.
El Porsche Cayman GT4 es mucho más que una nueva evolución del Cayman con mayor potencia. Es la primera vez que un Cayman recibe una preparación “GT” desde Weissach. Y eso tiene unas implicaciones muy serias.
En primer lugar porque el nueveonce es la “niña bonita” de Porsche y nadie en Sttutgart concebía —hace algún tiempo— la idea de dotar al Cayman de determinadas aptitudes que pudieran hacer sombra al todopoderoso 911. Siempre hemos insistido que el Cayman, con un diseño más compacto y un motor en posición central, tenía todas las papeletas para ponerle en serios apuros. Sin embargo, aunque todos intuíamos el desempeño que podía alcanzar el Cayman, su potencia “capada” fue la solución para evitar el problema… hasta hoy.
Olvídate de él
Este Cayman GT4 que tengo entre manos, es el Cayman más potente de todos los tiempos. Más potente, más rápido y 8.500 euros más barato que, por ejemplo, el nuevo 911 Carrera turboalimentado. Los 99.094 euros que pedían por él lo convertían en una auténtica ganga.
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