Los inicios de esta conquista de la velocidad fueron modestos. Del coche eléctrico pasamos al de competición para terminar con vehículos motorizados con motores de avión. Tras la Segunda Guerra Mundial, la aviación militar y civil iría adoptando paulatinamente el motor a reacción, cuyo desarrollo fue impulsado por el esfuerzo de guerra nazi y británico (los padres del motor a reacción siendo el inglés Frank Whittle y el alemán Hans Joachim Pabst von Ohain). Lógicamente estos locos soñadores no tardarían en adoptar los motores a reacción para sus récords de velocidad. Pero no serían los únicos cambios. Las sociedades occidentales cambiaron tras el conflicto mundial. Apareció una clase media, cada vez más numerosa, activa y con recursos. Eso también se vió en los récords de velocidad. Cuando antes eran nobles e industriales los que se dedicaban a esto, ahora serían pilotos nacidos en el seno dea familias de clase media que conseguirían los mayores logros. Blue Bird Proteus CN7, se quedaría a 200 mph de lograr su objetivo El hijo de Malcolm Campbell, Donald, siguió con la saga de los Blue Bird. El Blue Bird de Donald utilizaba un turbopropulsor Bristol Siddeley Proteus de 4.500 CV. El 17 de julio de 1964, en el lago salado Eyre (Australia), Donald Campbell establece el récord para un vehículo de 4 ruedas con 403,10 mph (648,73 km/h). Sin embargo, no está contento con el resultado pues habían diseñado el coche para poder alcanzar las 600 mph. Con ese objetivo Donald Campbell pone en marcha el desarrollo del Blue Bird Mach 1.1, un vehículo supersónico que debería alcanzar las 840 mph (1.351, 85 km/h). Todo queda en nada cuando Donald pierde la vida intentando batir el récord de velocidad sobre agua en 1967. Ya
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Únete a Naomi Ellis mientras se adentra en las vidas extraordinarias que dieron forma a la historia. Su calidez y perspicacia convierten biografías complejas en historias identificables que inspiran y educan.
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