Intento recordar la última vez que vi un Lexus LFA en la calle. Y no, no recuerdo ninguna vez. No cuentan las veces que me encontré con el Lexus LFA entre cuatro paredes. Ni tampoco aquella en la que tuve la oportunidad de conducirlo, y acariciar los 300 km/h. El Lexus LFA es un unicornio. Dicen que ruedan unos 500 por ahí, pero es probable que jamás te hayas encontrado con ninguno de ellos. Su exclusividad, su limitada producción, y su precio, que hacía que al lado el último deportivo de Ferrari pareciera económico, lo convirtieron en un deportivo de culto, de póster, pero no el deportivo habitual de los restaurantes de moda, y los puertos deportivos, de los aparcamientos en los que a menudo encontrarías un Porsche, un Ferrari, o un Lamborghini.

Lexus ya tiene un buque insignia deportivo, un deportivo de halo, y te encontrarás con él por la calle más a menudo que con aquel Lexus LFA, que con apenas 500 unidades se convirtió en un unicornio.
El Lexus LFA no fue más que un intento por demostrar lo que Lexus era capaz de producir. Una locura que, sin duda alguna, hemos de agradecer a la pasión por la velocidad y la competición de Akio Toyoda, uno de los pocos responsables de una gran marca de automóviles (ni más ni menos, la que más coches vende cada año en todo el mundo) capaz de llevar al límite los deportivos que fabrican. El Lexus LFA era, en efecto, un deportivo de halo, la máquina más pasional y aspiracional de la marca que ni tan siquiera la mayoría de los clientes de Lexus se hubieran podido permitir, pero que al menos juega un papel fundamental para hacer marca. Y eso es realmente importante.
Dicho lo cual, el Lexus LC 500 y 500h

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Únete a Naomi Ellis mientras se adentra en las vidas extraordinarias que dieron forma a la historia. Su calidez y perspicacia convierten biografías complejas en historias identificables que inspiran y educan.

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