La cuarta generación del Renault Mégane ya está en los concesionarios. Respecto al modelo que sustituye, el nuevo cambia de manera radical para adaptarse a los nuevos tiempos y no perder posiciones respecto a sus principales oponentes. Nosotros conducimos la versión diésel de 110 CV asociada al acabado deportivo GT Line.
Los cambios del compacto francés ya se comienzan a apreciar de manera notoria nada más verlo por fuera. Ahora las líneas cambian de manera radical, para adoptar la nueva tendencia en diseño de la marca. A nosotros nos recuerda mucho a un Clase A de Mercedes-Benz, pero con los pilotos traseros de un Renault Talisman y el Frontal de un Espace. En cualquier caso, la mejora en diseño respecto al anterior modelo es abismal al igual que necesaria.
Un interior más cuidado
Por dentro, el nuevo Mégane nada tiene que ver con su predecesor. No sólo es más amplio, algo que se nota desde el primer momento, sino que también ofrece un cambio de diseño profundo muy en la línea de los nuevos modelos de la marca. Otro de los puntos en los que también evoluciona, es el que afecta a los acabados y calidad del interior, que también le permite superar con creces a la anterior generación.
La posición al volante también supone una gran mejora. Ahora nos sentimos mucho más integrados a los mandos, y la postura puede ser más baja, algo que se agradece. Los asientos delanteros que equipa la versión ‘GT Line’ son muy recomendables por la gran sujeción que ofrecen y lo ergonómicos que resultan.
El espacio disponible en las plazas traseras también es destacable, ya que se sitúa entre los mejores de su segmento. Sobresale, especialmente, el espacio disponible para las piernas. En cuanto a los asientos, sin ser tan envolventes como los delanteros, son confortables y ofrecen