Recuerdo los años 90 vivamente. Como niño que era, devoraba con avidez todas las revistas de coches que caían en mi poder, y recuerdo especialmente quedar cautivado por el Plymouth Prowler. Era un coche que parecía creado a propósito para Flash Gordon, un hot rod retrofuturista construido con materiales ligeros y un diseño arrebatador. Pocos coches de producción han sido tan diferentes y arriesgados. El Plymouth Prowler fue incomprendido y criticado, pero por fortuna el tiempo le ha dado la razón. Esta es su historia.
Su creador y diseñador tenía entonces un Ford del año 1932 convertido en un hot rod. La inspiración era clara.
Todo comenzó realmente con el Dodge Viper. Cuando fue lanzado a principios de los noventa, el mundo quedó asombrado ante aquél agresivo deportivo sin concesiones, en cuyas entrañas latía un motor V10 de nada menos que 8,0 litros de cubicaje. Tras su arrollador éxito, Chrysler quiso lanzar un segundo coche estrella, un homenaje rodante a los hot rods basados en clásicos de los años 30. Quizá parte de culpa la tuvo Thomas C. Gale, entonces director de diseño del Grupo Chrysler, y un claro fanático de los hot rods.
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A principios de los 90 el Grupo Chrysler patrocinaba un programa de diseño en el ArtCenter College of Design de Pasadena (California). Culminaba con un hot rod diseñado por el legendario Chip Foose y dicen las malas lenguas que en parte inspiró a Thomas C. Gale para echar adelante un proyecto que muchas otras empresas siquiera se habrían atrevido a acometer. Desde el principio tuvo el visto bueno de Bob Lutz, CEO del Grupo Chrysler y un auténtico adicto al automóvil de altas prestaciones, a los coches diferentes.
Chrysler y Alcoa lograron una gran experiencia en el uso del aluminio gracias a su