Dicen que algo se muere en el alma cuando un amigo se va. A los que amamos la conducción, y el mundo del automóvil, también nos embarga cierta tristeza cuando una marca desaparece. Y ese, por desgracia, es el caso de Saab. Mirando atrás con cierta perspectiva, y contemplando la evolución de fabricantes como Volvo, no podemos hacer otra cosa que lamentarnos porque el potencial de una marca como esta no se hubiera aprovechado. Tras desvincularse de General Motors, explorar una salida junto a Spyker, y finalmente mirar al futuro bajo la National Electric Vehicle Sweeden (NEVS), una empresa de capital chino con la aspiración de recuperar el Saab 9-3 en formato eléctrico, ya podemos adelantaros que ningún otro coche, de momento, volverá a recibir el nombre de Saab, ni lucir su emblema.
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Decíamos que lamentábamos que el potencial de Saab no se haya aprovechado. El de Saab es un buen ejemplo de lo sucedido con dos grandes grupos automovilísticos que no supieron encontrar el sitio de marcas que, de alguna forma, podían atacar a sus principales firmas. Hablamos de Ford y de Volvo, Jaguar y Land Rover. Hablamos de General Motors y Saab.
Mientras su compatriota, Volvo, y las británicas, Jaguar y Land Rover, encontraron su sitio bajo el abanico del capital chino y de no pocas libertades, y liquidez, para reinventarse, a Saab le tocó – con perdón de la expresión – bailar con la más fea. Viendo la evolución, y las perspectivas de cara al futuro, de marcas como Volvo, no podemos hacer otra cosa que preguntarnos qué hubiera sucedido si Saab se hubiera reinventado siguiendo los pasos de su compatriota.
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La mala noticia, por lo tanto, es que jamás volverán a