“¡Que disfrutes del paseo!” me dice James Warren con su juvenil sonrisa mientras estrecha mi mano con decisión. En el eje del patio de la fábrica de Rolls – Royce, frente a un pequeño estanque rodeado de espliego y con la verde espesura de West Sussex como horizonte me espera el Dawn. Parece una escultura que el equipo de Nicholas Grimshaw hubiera escogido al diseñar la fábrica y no cuesta entender por qué el propio Warren se refería al coche la tarde anterior con un adjetivo tan sorprendente como “sexy“. El Dawn es el único descapotable en la gama actual de la marca, el coche más emocional de cuantos produce y el modelo con el que se cierra la primera etapa de su renacimiento bajo el paraguas de BMW. Y hoy tengo la fortuna de haber sido invitado a la casa de Rolls – Royce en Goodwood para probarlo y contaros qué se siente.
Una escultura rodante
Apenas a unos kilómetros de la nueva y moderna fábrica de la marca se encuentra la Cass Foundation, un centro benéfico dedicado a la promoción de la escultura. En su interior “A beautiful disorder” reúne 17 esculturas de artistas chinos que exploran el nuevo paisaje cultural del país a través de su creatividad. Rodeado de la verde campiña de West Sussex y de obras creadas por artistas chinos para este emplazamiento, el Dawn se muestra como una obra compleja en cuya concepción la historia y la cultura visual juegan un papel decisivo.
A pesar de tener unas cotas de batalla, vías y longitud muy parecidas a las del Wraith y compartir motor y transmisión con el Ghost, el 80% de los paneles de su carrocería son nuevos y en su planteamiento el principal objetivo es emocionar. Inspirado en el rarísimo Dawn de 1950 (sólo 28 unidades construídas),