Entre los habitantes de la zona del Lago Mayor (Maggiore), al norte de Milán y en la frontera con Suiza, corría desde 1935 la leyenda sobre un Bugatti sumergido en las aguas de este espectacular paisaje italiano. En 1967 todas esas historias sobre el coche cobraron fuerza cuando un buzo llamado Ugo Pillon encontró lo que parecía el Bugatti en cuestión, a unos 50 metros de profundidad.
Se trataba de un Bugatti Type 22 Brescia Roadster de 1925, que después se supo perteneció al frances René Dreyfus, un piloto de la época dorada del automovilismo. Al parecer, el galo perdió el coche en una partida de póker -con botellas de champán de por medio- frente al suizo Adalbert Bodé, en el París de 1934. De camino a casa con su nuevo automóvil, Bodé llegó a la frontera suiza sin dinero y no pudo pagar los impuestos que le pidieron en la aduana, así que dejó el coche en manos de los agentes de la frontera.
Los trabajadores de la aduana Suiza tenían obligación de destruir el vehículo -que teniendo 9 años de antigüedad tampoco no tenía gran valor-, capaz por entonces de alcanzar 160 km/h gracias a su motor de cuatro cilindros y 1.5 litros, y ya os podéis imaginar cómo. Exacto, tirándolo a las profundas aguas del Lago Mayor, donde reposaría hasta julio de 2009, fecha en la que fue «pescado» 75 años después de su chapuzón inicial.
Por increíble que parezca, el Type 22 -Brescia porque se fabricaba en dicha ciudad italiana- aún tenía aire en sus neumáticos tras 75 años sumergido en el lago y conservaba incluso algo de su pintura azul Bugatti original cuando fue sacado del agua. No obstante, los locales tenían otra versión de la historia sobre el coche y en ella no aparecen ni Dreyfus