Hemos visto multitud de casos. Los camiones de Europa oriental que acababan perdidos en un pueblo de La Rioja, la señora que viajó desde las afueras de Bruselas al centro vía Croacia o los turistas japoneses que acabaron con su coche de alquiler en un lago. El denominador común es que estaban siguiendo ciegamente las instrucciones del navegador, ignorando completamente su sentido común. Un estudio publicado en Nature Communications por varios expertos en neurociencia ha demostrado que nuestro cerebro desconecta el “sentido común” cuando sigue a pies juntillas las instrucciones que le dicta un GPS.
Como se suele decir… “el sentido común es el menos común de los sentidos”.
El estudio ha experimentado con 24 sujetos, a los que se les ordena navegar por el intrincado laberinto que son las calles del centro de Londres, mientras se monitoriza su actividad cerebral. Cuando estos mismos sujetos navegan siguiendo las instrucciones del GPS por las mismas calles, las partes del cerebro que gobiernan la orientación y que monitorizan el entorno están prácticamente apagadas. Esta desconexión mental también ocurre en la gente que usa el navegador para seguir rutas habituales, que repite decenas de veces. No recuerdan calles o desvíos cuando les quitamos la ayuda del navegador.
El navegador GPS es fundamental cuando no conocemos ciertas zonas, o si tenemos el tiempo justo. Pero nunca deberíamos usarlo en nuestra propia ciudad, o al menos, deberíamos esforzarnos en conocer algo más el entorno que nos rodea. Personalmente, aprendí a moverme por Madrid cuando pasé a circular en moto en vez de en coche. La imposibilidad de usar el navegador te obliga a prestar atención, a memorizar trayectos y a usar el sentido de la orientación. Nada de eso ocurre si confiamos ciegamente en el navegador, y en más de una ocasión, podemos incluso tener un