El sector del automóvil francés es de los más curiosos que existe. La razón de por qué decimos esto es por qué, sus marcas patrias son las más vendidas en el país y además, el gobierno de la nación vela para que a ninguna le suceda nada malo. Por una parte se puede llamar proteccionismo y por otra estar vigilantes para que ninguna empresa rival le coma el terreno a las empresas que mueven el país.
Dicho esto tenemos que recordar que cuando el Grupo PSA sufrió su última gran crisis el ejecutivo del país galo tuvo que intervenir. La ampliación de capital que se llevó a cabo hizo que el Ministerio de Industria de Francia se viera obligado a adquirir una participación del 14 por ciento (redondeando al alza) en la empresa. La razón no era otra que la entrada, también, en el capital del grupo de un nuevo socio chino, DongFeng Motor.
Con este hábil movimiento se aseguraba que la empresa china no dominara su grupo patrio y podía vigilar intereses tan importantes como el cierre de fábricas en el país o el futuro de miles de trabajadores. Una vez sucedió esto, el accionariado del Grupo PSA quedó dividido casi a partes iguales entre el Estado de Francia, DongFeng Motor y la familia Peugeot (sí, los herederos del fundador de Peugeot).
Entre todos representan más del 50 por ciento del capital de la sociedad. Sin embargo el peso mayoritario de los votos en el consejo de administración del grupo sigue recayendo, por un escaso margen, en la familia Peugeot. Además, se había acordado que cuando el Grupo PSA estuviera en mejor situación económica el Estado francés saldría de su accionariado para evitar situaciones de proteccionismo o control por parte del estado.
Sin embargo, parece que el casi 14 por ciento de las