Durante los últimos meses hemos hablado largo y tendido de contaminación, de restricciones al tráfico e incluso prohibiciones, de coches antiguos, de diésel, de etiquetado DGT. Hace años os adelantamos que en grandes ciudades como Madrid muy pronto veríamos restricciones al tráfico en episodios de contaminación. Y sucedió. Hace un año os contábamos como el etiquetado de emisiones DGT abriría la puerta a la expulsión de los diésel más antiguos de la ciudad. Y sucedió. Y ahora podemos adelantar que esas restricciones, tal vez, no acaben realizándose sobre el etiquetado DGT, sino sobre un análisis realista de las emisiones generadas por cada vehículo. O así debería hacerse. Y todas estas predicciones no las hemos hecho, ni mucho menos, porque seamos adivinos.
Ya hemos visto cómo las decisiones que se tomaban en ciudades españolas, y especialmente en Madrid, venían amparadas por el ejemplo de lo que había sucedido años atrás en capitales como París
Basta contemplar a los países de nuestro entorno, y a las ciudades en las que más hincapié se ha hecho en poner coto a la congestión del tráfico y la contaminación, para predecir fielmente lo que sucederá en las grandes ciudades españolas. Nuestras predicciones se hicieron, precisamente, en base a las actuaciones que ya se habían llevado a cabo en ciudades como Londres y, sobre todo, París. En Londres, por ejemplo, ya se ha planteado una tarifa extra – sobre el Congestion Charge ya existente – de 10 libras por circular en la zona centro de la ciudad, que entrará en vigor en octubre.
Pero para Londres, y otras ciudades como París, la escala establecida por el etiquetado de emisiones que ya está llegando a los conductores españoles no es suficiente. Hay que apostar por un sistema que grave convenientemente a los vehículos más contaminantes, pero desde parámetros práctica y