Ya han pasado cinco generaciones desde el lanzamiento del primer Outback, que se produjo en 1995. El actual, que sigue siendo una buena berlina familiar con grandes cualidades para circular fuera del asfalto, da un nuevo salto de calidad para posicionarse entre las opciones más atractivas que plantea actualmente el mercado. Nosotros probamos la versión Diésel de 150 CV, que se puede adquirir desde 29.900 euros euros (ver todos los precios).
Su diseño exterior mantiene la personalidad de ediciones anteriores, transmitiendo solidez y elegancia, pero sin perder su estética SUV y la generosa altura libre al suelo de 20 centímetros que le dotan de excepcionales habilidades lejos del asfalto. Además, incorpora por primera vez la parrilla hexagonal, símbolo de identidad de los últimos modelos lanzados por Subaru, y añade tecnología led en las luces de cruce, posición y frenado.
La aerodinámica ha mejorado un 3,4% y el nivel de visibilidad ha aumentado notablemente, gracias al desplazamiento del pilar A hacia adelante y a la reubicación de los retrovisores exteriores. Las dimensiones exteriores crecen 25 mm en longitud hasta los 4.815 mm, y 20 mm en anchura hasta los 1840 mm. La altura total queda inalterada en 1605 mm.
Un habitáculo que transmite calidad
El nuevo interior supone un gran avance frente a la anterior generación. Ahora se percibe, a primera vista, un significativo aumento de la calidad y diseño de los materiales empleados. Asimismo, el nivel de equipamiento y la habitabilidad permiten que el nivel de confort a bordo sea muy superior. En el nuevo Outback, los ocupantes disfrutarán de una mayor anchura y espacio en la zona de los hombros, codos, caderas y piernas.
La posición de los asientos es más elevada que la del anterior modelo. Los asientos delanteros, que están tapizados en piel de calidad, resultan confortables. No obstante, nos hubiera gustado