En los últimos años estamos hablando continuamente de una tendencia en el desarrollo de los motores que no termina de convencer a todo el mundo: el famoso “downsizing”. A base de reducir cilindrada, aumentar las relaciones de compresión en los cilindros y el caudal mediante sobrealimentación se consiguen, en teoría, unos consumos y emisiones contaminantes mucho más contenidas.
Aunque en la teoría estos métodos funcionen muy bien, la práctica está dando la razón a marcas que, como Mazda, decidieron no seguir por la línea “políticamente correcta” y no utilizar turbos en los motores de gasolina. Sin embargo, el fenómeno del downsizing se ha propagado incluso por coches deportivos como los mismísimos Porsche 718 Cayman/Boxster. El último en sumarse a este tipo de motores “apretados” es el Jaguar F-Type, con un motor tetracilíndrico de 2 litros.
La nueva versión del Jaguar F-Type utiliza un motor 2.0 de cuatro cilindros perteneciente a la familia Ingenium. Estamos de acuerdo, esta mecánica no pega nada con el deportivo británico; pero antes de opinar veamos sus datos y después, si es necesario, critiquemos.
Se posiciona como la variante más accesible a la gama Jaguar F-Type por un precio de 63.500 euros en el coupé y 71.100 euros en el descapotable, ahorra 52 kilos de peso al conjunto (se sentirá un coche ligeramente más ágil) y su nuevo propulsor rinde una potencia de 300 CV y un par máximo de 400 Nm disponible a solo 1.500 rpm. Otro dato importante es que solo se ofrece con la transmisión automática Quickshift de 8 velocidades y propulsión trasera.
Siguiendo con los datos de este británico biplaza, el consumo es un 16 % más eficiente que el del V6 de 340 CV, homologando un consumo mixto de 7,2 l/100 km. Mientras tanto, puede alcanzar los 249 km/h de velocidad punta y realizar el