Desde que Donald Trump ha llegado al sillón del Despacho Ovál, en la Casa Blanca, medio mundo se pregunta cual será su nueva ocurrencia. El sector del automóvil americano está acostumbrado a que lo traten con cierto proteccionismo pues, por mantenerse fiel a sus tradiciones, las ha pasado canutas más de una vez. Para ayudar a que sus modelos se vendan más ha decidido que impondrá impuestos a los vehículos importados y castigará a las marcas que decidan fabricar fuera del país.
Esta situación es muy injusta, pues en una economía libre de mercado no se debe intervenir más que para corregir las irregularidades que crea el mismo sistema. Sin embargo Trump no lo ve así y cree que puede ser Dios jugando con todos los botones que tiene su trona. Por ello hay firmas extranjeras, como Volvo, que tienen en el país un buen mercado y que están sufriendo por la posible puesta en marcha de estos impuestos.
Según ha declarado Lex Kerssemakers, responsable de operaciones de Volvo en América del Norte, su firma sufrirá mucho si finalmente este impuesto es activado por la administración Trump. Según sus palabras “es muy mal negocio para nosotros a menos que transfiramos esa subida del precio extra hacia el precio de venta final” […] “El cliente es el perdedor. Todo el mundo es el perdedor”.
Para evitar esta situación Kerssemakers ha confirmado que están trabajando muy duro para que la fábrica que tienen proyectada en Carolina del Sur abra sus puertas antes del año 2019. En ella fabricarán de forma exclusiva para el mundo la nueva generación de su S60 además de algún modelos más (que aún no ha sido confirmado). Según sus declaraciones “este es el único lugar del mundo donde vamos a construir el S60“ […] “Las personas se están moviendo a los SUV,