“Una vez más, dejen que lo diga, España es el paraíso del automovilista“. No es el eslogan de la próxima Guía Repsol, sino algo que decía en 1930 el inglés Charles Freeston, que en primavera del año anterior había hecho más de 8000 km por España a bordo de su Rolls – Royce Phantom. Tras recorrer desde las vías rápidas más modernas hasta las empinadas carreteras de las zonas rurales, el viaje se convirtió en “Las carreteras de España, un viaje de 5000 millas al nuevo paraíso del turismo“, un libro gracias al cual podemos embarcarnos en una ruta imposible en el espacio y el tiempo: recorrer la España de 1929 en un Rolls – Royce.
En abril de 1929 Charles Freeston atravesaba Biarritz camino de la frontera franco-española de Irún. En 1911, había llegado por primera vez a la hermosa ciudad costera después de un viaje por el Pirineo en el que había subido sus principales puertos, incluido el temible Tourmalet que el Tour de Francia había pasado por primera vez sólo un año antes. En esas dos décadas Freeston se había hecho famoso gracias al estilo práctico y desdramatizado con el que sus libros de viajes animaban a los conductores a explorar las carreteras de Europa. Por eso el Patronato Nacional de Turismo y el embajador español Merry del Val le invitaron a recorrer España y contar a los viajeros de todo el continente las bondades de la nueva red nacional de carreteras. Con ese salvoconducto sólo necesitó un aliado más: el Rolls – Royce Phantom, probablemente la máquina más refinada del mundo para desplazarse por tierra sin esfuerzo, y un signo de estilo que compartían desde el viajero Rudyard Kipling hasta estrellas como Josephine Baker o Marléne Dietrich.
El plan de Freeston era explorar las rutas menos transitadas