En los últimos años estamos viviendo una auténtica burbuja con los coches clásicos, pero también con los coches nuevos de lujo. Antiguamente, por norma general, quien compraba un coche de lujo o un superdeportivo a estreno era una persona adinerada pero también apasionada de los coches, de las obras de ingeniería. Hoy lógicamente también hay muchas personas de dinero que los compran, pero no siempre los utilizan para lo que realmente se fabrican los coches, para disfrutarlos y utilizarlos.
Estas personas son especuladores, que simplemente buscan aumentar su fortuna y realmente el coche les importa un bledo; solo quieren tener un objeto que unos meses o unos años después tenga un valor muy superior al precio por el que ellos lo compraron. Esto no solo sienta mal a posibles clientes, sino que ya también hay fabricantes que quieren intentar vender sus coches nuevos a clientes que de verdad los vayan a disfrutar y no busquen aumentar su cuenta corriente.
Ford ya hizo “exámenes” a los clientes interesados en su nuevo Ford GT, para así garantizar que su superdeportivo fuera a pisar las calles y no simplemente a adornar una habitación o, incluso, a quedar guardado en una caja gigante. Ahora es Porsche quien se empieza a cansar de los especuladores de sus coches nuevos, pues ve como sus series limitadas se agotan muy rápido y luego, poco tiempo después, aparecen a la venta por precios desorbitados.
Aunque, de primeras, puede parecer que esto no es un problema para un fabricante para Porsche, puesto que al fin y al cabo venden sus coches rápidamente, mancha su imagen hacia otros clientes que sí estarían interesados en utilizar y disfrutar de sus coches. Aunque una marca de coches sea una empresa más, es lógico que a un fabricante premium también le guste que sus coches realicen