Spartanburg, Carolina del Sur. El estado sureño de Estados Unidos se ha convertido en los últimos años en uno de los principales destinatarios de inversión productiva extranjera, atraída por mano de obra cualificada y multitud de incentivos fiscales. BMW inauguró en Spartanburg su primera fábrica en territorio estadounidense hace ya 25 años, en el lejano 1992. Gracias a la fabricación local, los BMW se abarataron considerablemente para los estadounidenses, y BMW evitaba pagar tantos aranceles. Los bávaros han anunciado recientemente que Spartanburg se ha convertido ya en la fábrica más importante del Grupo BMW.
Hace apenas unas semanas, en uno de sus habituales ataques irracionales de ira – por no decir pataleta de niño malcriado – Donald Trump arremetió contra los fabricantes alemanes de coches. Se quejaba de que vendían muchos coches en Estados Unidos, mientras que los fabricantes americanos apenas vendían sus coches en Europa. Afirmaciones completamente ciertas, dicho sea de paso. El magnate convertido en presidente de EE.UU. amenazó acto seguido con “detener” las ventas de coches alemanes. Lo que quizá Trump no sabe es que Spartanburg exporta el 70% de su producción, y es uno de los enclaves industriales más importantes de Carolina del Sur.
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BMW Spartanburg exporta a 140 países de todo el mundo el 70% de su producción, que en 2016 ha sido de 411.171 unidades.
Enclave industrial rodeado por una enorme red de proveedores locales, que fabrican sus productos en Estados Unidos y generan decenas de miles de empleos indirectos. La fábrica en sí da empleo a 9.000 personas aproximadamente, y BMW planea contratar a 1.000 personas más entre 2018 y 2021, ya que ha invertido en la planta 600 millones de dólares. Esta inversión está encaminada a adaptar la planta a la producción de futuras generaciones de todocaminos BMW, entre ellos