Los esfuerzos de los fabricantes para seguir avanzando en la mejora de la eficiencia de sus motores no dejan de sorprendernos. Ayer Volvo anunciaba que todos sus nuevos modelos serán híbridos o eléctricos a partir de 2019. Hoy estaremos probando la última generación del Ford Fiesta, un utilitario que llegará cargado de tecnologías para ahorrar combustible. Hablamos de downsizing, de motores de baja cilindrada y cada vez menos cilindros. Hablamos incluso de tecnologías transgresoras, de un motor de tres cilindros que podrá desconectar uno de sus cilindros y rodar en ciertas situaciones como un bicilíndrico. Hablamos, incluso, de un Ford Fiesta ST que pese a su concepción deportiva se pasará a los tres cilindros. ¿Pero y si la tecnología necesaria para hacer del Ford Fiesta un coche muy eficiente hubiera estado ahí prácticamente desde que nació? ¿Por qué en los años noventa se desarrolló un Ford Fiesta con motor de dos tiempos? ¿Y por qué Ford incumplió su promesa y acabó aparcando el proyecto en un cajón?
Ralph Sarich es un inventor e ingeniero australiano que a comienzos de los años setenta ideó un concepto de motor realmente innovador, el motor orbital, que recurría a un concepto parecido al del motor rotativo de Felix Wankel, con la salvedad de que en vez de rotores con forma de dorito, empleaba una estructura prismática. El motor orbital jamás llegaría a recibir una aplicación práctica, entre otras cosas por numerosos problemas referentes a su fiabilidad y su gestión térmica, que nunca llegaron a resolverse.
Aún así, aquella aventura llevaría a Ralph a dirigir una empresa – la Orbital Engine Corporation Limited – que a pesar de haber nacido con la excusa de desarrollar y lanzar el motor orbital, acabaría trabajando en otros muchos proyectos de diseño y modelado de motores, tan interesantes como el que