Parece inevitable, el diésel tiene los días contados. No era muy popular en determinadas regiones, como Estados Unidos (donde el Dieselgate lo sentenció para siempre) o Japón (donde nunca gustó para los turismos). Y en las zonas en que sí lo era, las autoridades se emplean a fondo para erradicarlo. En Europa, las ventas de diésel llevan cinco años de bajada consecutiva. Y ocurre lo mismo en Australia, otro país que se había enamorado del diésel.
Esta tendencia se irá manteniendo en el tiempo -si te prohíben circular en tu ciudad con un diésel, no vas a comprar uno, así de sencillo- y eso implica que las marcas deben prepararse para ello. Los fabricantes europeos y coreanos son los que están más expuestos a este cambio de tendencia. ¿Qué pasará cuando ya nadie quiera diésel? ¿Están preparadas las marcas?
El diésel es el mal
El diésel, antaño ensalzado y promovido por las autoridades por su bajo consumo y bajas emisiones de CO2 es ahora visto como el responsable de todos los males, especialmente el de las emisiones de NOx, mucho más nocivas que las de CO2 -un gas de efecto invernadero-.
Como siempre, se tiende a simplificar para poder instaurar un sistema impositivo y de incentivos y se considera el diésel responsable de todo, cuando hemos visto que el verdadero responsable de las emisiones de NOx de un automóvil son las inyecciones directas, ya sean en motores diésel o gasolina, y del tipo de sistema de descontaminación de los gases de escape de los coches o de si éste es eficaz o no. (Te lo contamos con más detalles aquí).
Aclarado este punto, la realidad es que las autoridades le están indicando al diésel de forma más o menos sutil donde está la puerta de salida. Lo hacen con grandes anuncios mediáticos, como