Intel, el famoso fabricante microprocesadores, entre otras cosas, está apostando muy fuerte por el coche conectado y por la conducción autónoma. Además de comprar MobilEye (especializada en sistemas de visión para coches autónomos) por 15.000 millones de dólares, está inmersa en proyectos comunes con BMW y FCA o Toyota y ser accionista a altura del 15 % de Here (el servicio de mapas creado en su día por Nokia) también desarrolla su propia tecnología.
El desarrollo de esta tecnología supone inmensos retos, siendo el más importante el desarrollo de una IA (Inteligencia Artificial). Recientemente, Intel hizo públicos los resultados de un estudio que llevó a cabo detallando cómo se siente el público frente al coche autónomo, es decir, un coche con IA o un coche-robot.
Según Jack Weast, al frente del equipo de ingenieros y responsable de la arquitectura del sistema en el Autonomous Driving Group de Intel, “la gente tiene miedo a los coches robot”. Al menos hasta que se acostumbren a los coches autónomos y vean lo que esos coches pueden hacer y lo que no. El estudio “Intel Trust Interaction Study” sobre la interacción entre las personas y los coches autónomos detalla seis preocupaciones, que en realidad se puede englobar en dos áreas. La primera es el ser humano que se resiste a entregar el control a una máquina en un área de competencia que siempre tuvo, mientras que la segunda es una vez que ha entregado el control, qué nivel de interacción tendría con la máquina.
Empezamos por no querer entregar el control.
Juicio de la máquina frente al juicio humano
La mayoría de los encuestados consideran que el coche autónomo conduciría mejor que un ser humano, sin embargo existen preocupaciones de cómo reaccionaría un coche autónomo frente al comportamiento errático -para una máquina- de los humanos. Por ejemplo, qué pasaría