La red de carreteras españolas tuvo un antes y un después en la entrada del país en la Unión Europea en 1986. El dinero que llegó de Europa sirvió, entre otras cosas, para desplegar en los años posteriores la red de autovías que cambió por completo los desplazamientos entre grandes ciudades españolas. Se dijo adiós al modelo de carreteras nacionales como único camino de llegada y con ello se terminaron las rutas atravesando pueblos y más pueblos antes de llegar al destino.
Casi tres décadas después, el despliegue de estas redes continúa, y en algunos casos se repiten las consecuencias de que las carreteras sean mejores y nos eviten atravesar pueblos: en estas rutas, además de pueblos, también había negocios. Una forma de ganarse la vida para quien rentabiliza las pausas que de vez en cuando todo conductor necesitaba hacer e incluso las horas de sueño que se requieren, especialmente por parte de los transportistas.
Hemos hablado con algunas de estas víctimas colaterales. En mayor o menor medida, se han visto afectadas por la creación de autovías que se han llevado la mayor parte del tráfico -en algunos casos, todo el tráfico pesado, quienes más rentables suelen resultar- fuera de su puerta. Y con ello, un buen porcentaje de los ingresos.
El Bar España y el drama de la N-340
El antiguo Bar España, recientemente rebautizado a un «Restaurante Mediterráneo» algo más elegante y que trata de espantar los fantasmas de una de las mayores conspiranoias del país, está situado junto a una gasolinera de Repsol en plena carretera N-340, a la altura de Benicarló. En las inmediaciones hay otro enorme bazar y algunos establecimientos de reparación o componentes de vehículos. Ni rastro de camiones en la carretera, que queda limitada a turismos y, como mucho, alguna furgoneta.
«Sobrevivimos gracias a la gente del pueblo