El Dieselgate del Grupo Volkswagen ha sido uno de los hachazos más importantes al medio ambiente y a la credibilidad de una firma de coches en la historia del sector. Desde que se descubrió el pastel que el conglomerado alemán había cocinado para sus motores diésel en Estados Unidos, las consecuencias se han dejado notar en su estructura interior y cuenta de resultados.
Esta pillada “a lo grande” ha supuesto que cambien su estrategia de futuro, dejando atrás las mecánicas diésel y apostando por los vehículos eléctricos. Sin embargo, de sus responsabilidades no se librarán, y a pesar de que las consecuencias no serán tan grandes como se preveían si podrán hacer cosas buenas. Finalmente la redención del Grupo Volkswagen llegará vía talonario, pues a día de hoy no ha hecho más que soltar pasta a diestro y siniestro.
Uno de los acuerdos a los que llegaron los abogados del Grupo Volkswagen con las autoridades de Estados Unidos fue pagar una buena cantidad de dinero. De esta forma evitaban el proceso judicial al que debían someterse y de paso no acababan con su imagen en el continente americano. El montante total que han pagado no se ha confirmado (hay estimaciones) pero se sabe que la última parte del dinero ya ha sido satisfecha por el grupo alemán este verano.
El último pago ha sido de 153 millones de dólares y fue a parar directamente a las cuentas corrientes de la California Air Resources Board (CARB) o Junta de Recursos del Aire de California. Según este organismo, con el dinero que han recibido del Grupo Volkswagen construirán un centro para la calidad del aire en el que contarán con un laboratorio para realizar análisis de emisiones contaminantes a los coches.
Este centro se construirá en Riverside, cerca de las instalaciones que tiene la Universidad de