Mientras toda la industria se encamina hacia un futuro eléctrico, desde Mazda los mayores esfuerzos se están dirigiendo en una dirección muy concreta, el dominio de la combustión interna. Eso no significa que Mazda se haya olvidado de eléctricos e híbridos y, de hecho, el fabricante de Hiroshima es muy consciente de que en unos años tendrán mucho peso todos aquellos coches que cuenten con alguna suerte de electrificación. Entre 2019 y 2020 conoceremos nuevos híbridos y eléctricos de Mazda que se venderán con y sin extensor de autonomía y entre 2020 y 2021 veremos sus primeros híbridos enchufables. Pero incluso con esa apuesta por eléctricos e híbridos, Mazda sigue viendo su futuro – y el del grueso de la industria – muy unido al motor de combustión interna. Y en estos momentos no solo seguirá apostando por el motor diésel, sino también por un motor de gasolina – que podríamos considerar como un auténtico prodigio tecnológico – que promete el funcionamiento, pero sobre todo los consumos, de un diésel, el nuevo SKYACTIV-X.
El motor de Rudolf Diesel afronta muchos e importantes retos. El gasóleo se ha convertido en el objetivo de todas las críticas y en el principal acusado, aunque no siempre con razón, de los problemas de calidad del aire que sufrimos en las grandes ciudades. El gasóleo también tendrá que lidiar con sofisticados sistemas anticontaminación y con normativas cada vez más estrictas.
Su rendimiento térmico ya no parece excusa suficiente para seguir apostando por este tipo de motores, aún cuando quizás esa sea la única salida que tengamos en Europa para cumplir con los compromisos adquiridos en materia de reducción de gases de efecto invernadero, y especialmente el CO2.
Cuando todo parece estar en contra del diésel, en Mazda confían en su futuro desde una visión que apuesta por