A mediados del pasado siglo, las World Fair estadounidenses – un equivalente a las Expo europeas – mostraron al mundo la idílica visión del futuro de las empresas e instituciones más punteras. General Motors solía participar con una exposición llamada Futurama, en la que presentaba prototipos rompedores, de diseño futurista y alocadas soluciones. Pura imagen de marca. En 1939, en la New York’s World Fair presentaron el “coche fantasma”, un sensacional Pontiac completamente funcional con una carrocería transparente.
Compartiendo protagonismo con “Futurama” y “Highways of Tomorrow”, la corporación de Detroit presentó un Pontiac Deluxe Six completamente transparente. Aquél sensato y lujoso coche se transformó en el primer coche transparente de la historia, y un gran reclamo para las compañías en su creación implicadas. El Pontiac Ghost Car no habría sido posible sin la compañía química Rohm & Haas, los inventores y fabricantes del Plexiglas. El material había sido creado solo unos meses antes, casi por pura casualidad.
Sus neumáticos eran unos Uniroyal de goma blanca, confiriendo al coche un aspecto futurista, casi aséptico.
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Rohm & Haas habían estado trabajando en cristales laminados, y el Plexiglas fue un descubrimiento de esta investigación. Un plástico transparente, moldeable en formas imposibles o muy complicadas para el cristal, y además, muy robusto. De hecho, el Plexiglas fue uno de los materiales protagonistas en la Segunda Guerra Mundial, ya que fue usado para proteger a los pilotos de cazas y bombarderos. El Pontiac Ghost Car era la prueba de que con el Plexiglas se podía hacer prácticamente cualquier cosa.
El Pontiac Deluxe Six dejaba ver a través de su carrocería transparente todos sus componentes mecánicos, desde los paneles de las puertas al propulsor, pasando por los elementos de transmisión y tren de rodaje. Era un coche completamente funcional, aunque un uso continuado habría