Quousque tandem abutere, DGT, patentia nostra? ¿Hasta cuándo seguirán abusando de nuestra paciencia quienes deberían dedicarse a verificar el buen estado de las vías que conectan el mundo entero con Roma, el mantenimiento tanto de gloriosas cuadrigas como de modestas carretas, la salud de los fieles corceles que nos mueven, el buen tino de los aurigas que los conducen sobre los territorios del vasto Imperio?
No hay caso. Nuestros gobernadores están por otra labor, y encomiendan nuestra seguridad a los dioses mientras desvían la mirada hacia otra parte, buscando qué caballos corren más que otros, como si todo el itinerario de Antonino Augusto Caracalla fuera la pista principal del Circo Máximo y los aurigas, simples imitadores de azules y verdes luchando por preciados laureles.
Mucho afán se presume en esa actitud persecutoria, mucho interés. Se deja por el camino del abandono, sin embargo, el celo acerca de los aurigas que no circulan como es debido, respetando distancias y carriles. Para ellos no hay vigía que los observe ni legionario que los intercepte.
Tampoco en el terreno de las cuadrigas y los caballos se percibe buen empeño por parte de la máxima autoridad a la hora de establecer los debidos controles. Prueba de ello es el caso que nos trae de cabeza estos días, acerca de la alimentación fraudulenta de los animales de tiro y de montura.
Dicen nuestros gobernadores que la DGT vela por todo de igual manera, que lo hace por nuestra seguridad, de un modo que unifica hasta el ridículo la gravedad de infracciones sumamente dispares en sus posibles consecuencias. Entonces, si todas las infracciones de tráfico son iguales, todo delito es un crimen; atropellar a un padre no es más que ser culpable de la muerte de una gallina. ¿No es así?
Más y más tributos, menos y